El pasado martes la riada nos dejó sin aliento a los valencianos. Vivo a escasos 80 km de la zona afectada. Esto se tradujo en llamadas directas de las víctimas que estaban viviendo la tragedia a sus hermanas, amigos, familiares… o lo que es lo mismo, a mis amigas y vecinas. Ahora, que el fango lo ha arrasado todo: los pueblos, la prensa, las redes, los partidos políticos… los alborotadores profesionales campan a sus anchas dejando aún, más si cabe, a los valencianos en el abandono.
Desde el primer minuto en que el inútil de Mazón no dio la alarma a tiempo hasta que Sánchez decidió no intervenir y dejar a su suerte a su pueblo herido, la indignación no ha dejado de crecer entre la población.
Los relatos que los partidos políticos están haciendo de la dana corresponden a intereses partidistas y tienen un contexto nacional que nada importa a los vecinos que desde hace nueve días sacan barro de sus casas, que lo han perdido todo, hasta la vida de sus seres queridos.
Ir de domingo a pasear por una zona devastada fue un error de bulto. No sé a quien se le ocurrió pero la indignación del pueblo a esas altura era inmensa. Cinco días en los que el agua y la comida llegaron a los supervivientes en coches y furgonetas particulares, en mochilas, en bicis y a pie. Una zona con 325.000 habitantes al lado de una gran ciudad y no hubo capacidad de respuesta de la Generalitat ni para garantizar el acceso al agua potable de la población superviviente, lo imprescindible para que siguieran vivos hasta que se desplegase la UME y demás.
Esa parte del relato no la veo en los medios ni las redes. Y esa parte del relato la sé porque fue la solidaridad de los vecinos comprando agua y comida, mandado ropa de abrigo la que los mantuvo vivos cuando nadie, insisto, nadie había entrado a muchos pueblos al quinto día.
El bufón grotesco de Mazón (con su chalequito a juego) saliendo al segundo día a decir que los voluntarios estorbaban en las labores de los profesionales (que no estaban o si estaban no estaban en todos sitios o estaban haciendo otras labores igualmente importantes pero no llevando agua ni comida ni mantas a los vivos) me dio tanta nausea como escuchar al fascista de Abascal ayer hablar de los voluntarios. Todos buitres, todos afilando el relato.
Oír al negligente de Sánchez, al que casi apalean en Paiporta, decir que había sido un grupo radical de ultraderecha organizado, fue desalentador. No eran grupos organizados (como se empieza a saber ahora). Cualquier vecino, como tú harías, se sintió abandonado a su suerte en manos de una administración autonómica ineficaz e incapaz, no ya de dar la alarma sino de siquiera coordinar la ayuda que se le ofrecía. Los valencianos sabían que no había mandos intermedios que relevar porque no había nadie al timón.
Mientras tanto, la gente seguía buscando a sus desaparecidos, encerradas en su casa sin poder salir, sin tener qué comer y beber. La única ayuda que recibieron en esos primeros días fue de voluntarios. Insisto: la única. Y esto lo vamos a saber todos cuando en unos días se investigue cuánta agua gestionó directamente la Comunitat, cuantas raciones de comida o víveres les hizo llegar y cómo. Y entonces, sabréis que, sencillamente, no se hizo. O si se hizo, se hizo en tan pequeña escala que hubiera sido imposible sobrevivir para la mayoría.
Ahora, el ejército ya está entrando en los pueblos sacando escombros, coches y restos de muebles. Poco a poco, empiezan los pueblos a recuperarse; las personas tardarán mucho más. El trauma surgirá más adelante.
Vox (el partido que pone en cargos políticos a toreros y maltratadores) está canalizando la indignación del pueblo, es el único que está dando señales de que alguien les escucha, mientras que el PP y PSOE siguen sordos al dolor y la indignación, más preocupados en el atrezzo y el relato que en la realidad.
Escribo esto mientras mi hija está en Catarroja llevando comida y bebida a los que no pueden moverse de sus casas: ancianos, discapacitados, atrapados (que aún los hay). Y lo escribo porque estoy harta de los relatos que pasan por encima de la humanidad y de los partidos oportunistas que quieren apropiarse del relato.
Y, sobre todo, porque dentro de unos años, cuando el lodo de la ultraderecha nos llegue al cuello nos miraremos sorprendidos y preguntaremos cómo ha sido posible. Pues empieza así: con políticos más interesados en conformar un relato de lo sucedido de acuerdo a sus intereses que con mantener la grandeza moral y el sentido de estado debido para que el bien común sean el motor de las decisiones.
No habéis estado a la altura. Ninguno. Ahora lo pagamos los valencianos. Pero, recuerda, en el futuro el lodo también te llegará al cuello. Lo vamos a pagar todos.
Nota: Foto de una calle de Benetússer enviada por mi hija al octavo día.
